Recuerdo, cuando hace unos años estudiaba en clase de Literatura los poemas de Jaime Gil de Biedma, y cómo uno llamó especialmente mi atención. Se llamaba
Ya no volveré a ser joven, y hablaba del paso rápido del tiempo, de la brevedad de la vida.
Es curioso cómo últimamente he pensado tanto en esta idea. Me da la impresión de que cada vez el tiempo corre más deprisa, que tengo tantas cosas que hacer que no me dará tiempo.
Un amigo, no hace mucho, me dijo que nunca somos lo suficientemente viejos, siempre nos quedarán cosas por hacer, ciudades que visitar, culturas que conocer. Y eso me hizo pensar aún más en este tópico latino:
Tempus fugit. Sed fugit interea, fugit inreparabile tempus Virgilio,
Geórgicas III, 284
Hace unas dos o tres semanas entré en la estación de metro de Ciudad Universitaria para volver a casa, y, cosas del destino, mientras iba embelesada en mis pensamientos y mirando al infinito me fijé en que, en lo alto de una de las paredes de la estación, estaba escrito un fragmento del poema que antes mencionaba.
No se si fue la emoción de recordar viejos tiempos, o de creer que siempre hay una señal para que sigamos adelante esperando ser vista, pero algo hizo "click" en mi cabeza, y, durante todo el camino de vuelta a casa, fui dándole vueltas a la idea de encontrar un lugar donde guardar todas esas señales, curiosidades,
retales de la vida para que no sean olvidados.
Y es así como ha nacido este blog, gracias a un recuerdo o, posiblemente, a una grata ilusión.
NO VOLVERÉ A SER JOVEN
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.